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    Al ritmo de hoy tomará 400 años producir energía limpia para todos

    El científico Ken Caldeira, vinculado al Carnegie Institution, calculó el tiempo que le tomará al mundo producir energía limpia para evitar el cambio climático.


    A principios de este siglo, el científico Ken Caldeira, vinculado al Carnegie Institution, decidió calcular cuánto le tomaría a la humanidad pasar de un sistema energético basado en combustibles fósiles a uno limpio basado en energías renovables. En aquella ocasión estimó que para lograrlo, los países deberían producir energía limpia equivalente a una planta de energía nuclear todos los días durante 50 años para evitar un cambio climático catastrófico.

    Caldeira decidió revisar sus cálculos y, de acuerdo a un reporte publicado en la revista MIT Technology Review, las cosas no han mejorado mucho a pesar de los esfuerzos globales por comenzar una transición energética. En lugar de los aproximadamente 1.100 megavatios de energía libre de carbono por día que probablemente se necesitan para evitar que las temperaturas suban más de 2 ° C, la capacidad actual apenas ronda los 151 megavatios por día.

    Esto significa para Caldeira que al ritmo de 2018, la transición a un mundo de energía limpia tomará 400 años. Un lapso de tiempo demasiado grande para contrarrestar los efectos adversos del cambio climático que, según diversos modelos científicos, apuntan que para final de este siglo podrían ser muy graves.

    “Más allá de la compleja combinación de desafíos económicos, políticos y técnicos, está el problema básico de una escala abrumadora. Hay una gran cantidad que se necesita construir, que absorberá una inmensa cantidad de mano de obra, dinero y materiales”, apuntó el periodista James Temple en la revista.

    Según la Agencia Internacional de Energía es que el consumo mundial de energía seguirá creciendo. Sobretodo por la creciente demanda de China que necesita agregar el equivalente de todo el sector energético de EE. UU para suplir sus planes económicos. Esto significa según Caldeira, que el mundo necesitará desarrollar de 10 a 30 terawatts de energía limpia para 2050, es decir, construir el equivalente de alrededor de 30,000 plantas de energía nuclear o producir e instalar 120 mil millones de paneles solares de 250 watts.

    ¿Cómo acelerar esta transición energética? Daniel Schrag, adscrito al Centro para el Medio Ambiente de la Universidad de Harvard y exasesor climático de Barack Obama, planteó a la revista que la tarea que la humanidad tiene por delante equivale al programa que puso en marcha Estados Unidos al involucrarse en la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento Estados Unidos nacionalizó partes de las industrias del acero, el carbón y el ferrocarril y obligó a los fabricantes de automóviles a suspender la producción de automóviles para producir aviones, tanques y jeeps.

    Mientras algo así ocurre, si es que ocurre, el dióxido de carbono sigue marcando el ritmo del calentamiento global. En los últimos años se ha establecido un relativo consenso en torno a la idea de crear impuestos al carbono. Aunque los mercados más arriesgados como el de California lo han fijado en $15 dólares por tonelada, el economista de la Universidad de California Severin Borenstein, señaló a la revista que sólo si ese valor se acerca a los $40 dólares se producirá un cambio real en el mercado.

    “No hay una bala mágica o un camino obvio aquí. Todo lo que podemos hacer es tirar con fuerza de las palancas que parecen funcionar mejor. Los grupos de interés ambientales y de energía limpia deben hacer que el cambio climático sea una prioridad más alta, vinculándolo a cuestiones prácticas que a los ciudadanos y políticos les importan, como el aire limpio, la seguridad y el empleo. Los inversionistas o filántropos deben estar dispuestos a realizar apuestas a más largo plazo sobre las tecnologías energéticas en etapa inicial. Los científicos y los tecnólogos deben enfocar sus esfuerzos en las herramientas que más se necesitan. Y los legisladores necesitan impulsar los cambios de política para proporcionar incentivos o mandatos para que las compañías de energía cambien”, concluyó Temple en su reportaje.

    Fuente: EL ESPECTADOR

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