En días pasados expusimos algunos trazos alusivos al rezago en innovación y competitividad que caracterizan al Departamento , categoría absolutamente impertinente en la coyuntura de transición hacia las energías renovables, y en las que poseemos un potencial eólico y solar inestimable. Se avecina una nueva “bonanza”, tal como la anterior originada en la prodigalidad de la naturaleza. La solar presagia, la eólica una realidad. La Guajira comparte con la Patagonia un rasgo único en Latinoamérica, clasificadas ambas con vientos de clase 7 (cerca de 10 m por segundo). Perentorio articular un plan integral enfocado al aprovechamiento de la emergente prosperidad. De no hacerlo es inminente un nuevo enclave: el de las energías renovables.
El ciclo de construcción y montaje de parques eólicos cubre fases que generan disímiles oportunidades laborales, acorde a cada una de ellas. Localmente no se perciben impactos. La razón, la misma que explicaría la escasa o nula participación de mano de obra nativa en fases posteriores: no existe oferta laboral idónea, y obviamente tampoco existe oferta formativa local. La experiencia cercana en el tiempo y en el espacio: proyecto Cerrejón, poco nos enseñó. El principio de la insanidad es implacable, no podemos esperar resultados distintos haciendo lo mismo.
Un estudio de la Universidad Tecnológica Lappeeranta de Finlandia pronostica que los empleos directos globales asociados con el sector eléctrico aumentarán de 21 millones en 2015 a 35 millones en el 2050. El 80% de los 35 millones de empleos se crearán en las energías renovables. Semejante escenario de la industria energética renovable nos compele a propiciar circunstancias formativas de empleos profesionales en áreas como ingeniería electrónica, mecánica, industrial, en análisis matemático, en Software aplicado, especialización en Energía Eólica, construcción de materiales. Adaptar y asimilar para el desempeño en el sector eólico a los empleos generados en oficios menos complejos como manipulación manual de carga, extinción de incendios, trabajos en altura. Destaca un tipo de formación particularmente prometedora, el de técnicos en mantenimiento de aerogeneradores. En La Guajira se tiene previsto construir 2.600 aerogeneradores cada uno de los cuales cuenta con unas 8.000 partes y una vida útil que oscila entre 20 y 25 años. El crecimiento del empleo en el sector por lo menos en los próximos 30 años va a ser constante. Y aún nos queda pendiente el sector solar fotovoltaico más intensivo en mano de obra. Crea entre 7 y 11 empleos por MW instalado frente a 2,7 empleos por MW instalado en el sector eólico.
Como fundamento de una ambiciosa estrategia para la superación de los rezagos en competitividad e innovación y contribuir con la formación del talento humano requerido en la transición hacia las energías renovables surge una “revolución educativa”. Sugerimos como eje transformador de esa revolución pedagógica la implementación de las recomendaciones insertas en la investigación auspiciada por el Banco de la República, elaborada por Bonilla Mejía y por Martínez González. Diseñan una serie de políticas para cerrar la brecha educativa en el Caribe colombiano en el periodo 2019-2030. En el caso concreto de La Guajira la inversión asciende a 273,470,602 de dólares y cubre: Infraestructura, Formación de docentes, Fortalecimiento Institucional y Analfabetismo de Adultos. Las fuentes de financiamiento: Recursos propios, Sistema General de Regalías, Sistema General de Participación y el Presupuesto General de la Nación. La Universidad de La Guajira podría coordinar esta sustancial transformación educativa.
Simultáneamente planteamos un convenio tripartita Gobernación- Universidad de La Guajira-Sena. En ese convenio se diseñarán un conjunto de componentes financieros, estratégicos, administrativos, tecnológicos. Las alianzas publico-privadas serán esenciales dentro de los componentes.
FUENTE: DIARIO DEL NORTE