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    Los siete mitos de la energía eólica

    Desde que las personas humanas habitan la Tierra, realizan actividades que afectan al paisaje. La palabra paisaje viene del francés paysage , una contracción de pays y visage. Esto quiere decir que el paisaje es el rostro del país. Este rostro es la cara visible de los sistemas naturales que se han desarrollado en el territorio. Los sistemas naturales tienen otra cara mucho menos visible: las funciones ecológicas que hacen y que son la base sobre la que se asientan las sociedades humanas y su funcionamiento.

    Se puede modificar el paisaje sin desvirtuar las funciones de los sistemas naturales o desvirtuándolas. El reto que tenemos en el siglo XXI, en plena emergencia climática, es aprovechar la energía contenida en los flujos biosféricos sin desvirtuar las funciones ecológicas de los sistemas naturales.

    Por otra parte, el concepto de paisaje es una construcción moderna creada por los habitantes de las urbes industrializada-productivistas-consumistas, el funcionamiento y la vida de las cuales supone una grave afectación de los sistemas naturales.

    El aprovechamiento del recurso eólico se debe hacer, obviamente, en los lugares donde haya un régimen de viento que haga que la producción de electricidad sea suficiente para compensar el coste del proyecto. Catalunya tiene un territorio diverso, y no en todas partes hace el viento suficiente, para sacar provecho. Los aerogeneradores modernos han aumentado mucho su capacidad de captar y extraer la energía del viento y transformarla en electricidad.

    Esto hace que hoy en día se puedan instalar aerogeneradores en lugares donde, con torres de 20 m de altura, antes era impracticable hacer cualquier aprovechamiento, y colocar torres de 100 m. o más de altura y palas de más de 50 m. de longitud donde es perfectamente viable hacer aprovechamientos eólicos. Sin embargo, tenemos amplias zonas de territorio donde es impensable e inviable (como las llanuras interiores del país) hacer aprovechamientos eólicos.

    Ya hace tiempo que E.F. Schumacher puso de moda su conocido lema “lo pequeño es hermoso”, pero él mismo dejó escrito que este lema no debía interpretarse al pie de la letra: “pequeño, evidentemente, no significa infinitamente y absurdamente pequeño, sino que el orden de magnitud debe ser aquel que la mente humana pueda abarcar”. Pero, ¿cuál es concretamente este orden de magnitud? Godfrey Boyle, pionero de movimiento de la tecnología alternativa a los años 70, se lo cuestionaba en el marco del Grupo de Investigación Alternativa de la Open University inglesa, preguntándose:

    “¿Cuán grande puede lo pequeño llegar a ser antes de dejar de ser bonito?” y, “cuán pequeño puede lo grande llegar a ser antes de dejar de ser eficiente?”. El mismo Godfrey Boyle, ya a finales de los años 70, aconsejaba “concentrar los esfuerzos en el desarrollo de tecnologías y productos para cubrir las necesidades humanas no a escala familiar o doméstica, sino a escala comunitaria”, aunque reconociendo que “determinados tipos de tecnologías tienen sentido a escala doméstica, otros tipos a escala de pequeña comunidad, otros a nivel regional e incluso nacional”. Hoy día se ha demostrado ampliamente que es mucho más eficiente (ecológica y económicamente) un aerogenerador ‘grande’, del rango de 2-4 MW, que uno de 20-40 aerogeneradores de 100 kW, como los que se hacían a finales de los años 80 y principios de los 90.

    Este mito todavía está demasiado extendido, pero los hechos (observados en numerosos estudios realizados en varios lugares donde hay instalaciones eólicas) muestran que las principales causas de mortandad de pájaros son los impactos en las fachadas de los rascacielos acristalados y los ataques de los gatos domésticos. Y al final de las tablas aparece la eólica. En medio hay varias causas: colisiones y electrocución en redes eléctricas de alta tensión y colisiones con vehículos, envenenamiento por pesticidas y demás.

    Los mismos operadores de instalaciones eólicas son los primeros interesados en minimizar la afectación sobre la avifauna. Tan es así, que incluso, en determinadas zonas sensibles de migración, los aerogeneradores están equipados con dispositivos que detectan las aves y detienen la máquina. Los estudios previos de impacto ambiental y sus medidas correctoras sirven para evitar el riesg de estos percances.

    Otros mitos lo propagan quien dicen defender la eólica, pero que en la práctica se oponen a proyectos que ellos califican de grandes’ instalaciones. Vienen a decir que “Democracia energética equivale a cada uno haciéndose la electricidad que necesita”.

    Es cierto que cada persona y cada familia puede generar con el Sol (tecnología FV y térmica) o con eólica (microaerogenerador); toda o parte de la energía que utiliza en su vida cotidiana. De eso no hay ninguna duda. Ahora bien, esto no es lo que se entiende por democratizar la energía.

    Al igual que una sociedad es mucho más que el conjunto de personas y familias que la conforman, de la misma manera un sistema energético es mucho más que el conjunto de las personas y las familias que generan y utilizan la energía.

    La democracia aplicada a la energía va mucho más allá que la simple autogeneración de la energía en forma individual: es aquel sistema energético que empodera a las personas y a las comunidades para que dispongan de fuentes locales de energía renovable para que saquen provecho de su captación, transformación y uso.

    Pero esto incluye no solo generación, el almacenamiento, la distribución, el uso, el intercambio y demás de forma no sólo individual sino también colectiva. Y cualquier instalación colectiva, sea solar o eólica) siempre será mayor que una instalación familiar.

    Entre los otros mitos que se han esparcido en torno a las tecnologías para el aprovechamiento del viento, hay algunos de muy curiosos, como los que dicen que los aerogeneradores afectan la salud. Si fuera así, los habitantes de muchas zonas del planeta que tienen cientos de aerogeneradores en funcionamiento desde los años 90, estarían enfermos, lo que no se ha dado.

    También hay quien ha afirmado en nuestro país que los aerogeneradores en zonas vinícolas hacían agrio el vino. Si fuera así no existirían viticultores que tienen instalaciones eólicas entre sus viñas y que incluso han puesto nombre comercial al vino que ponen en el mercado relacionado con el viento (Le Domain du Chant d’Eole). Otros dicen, incluso, que la eólica destruye el turismo rural, cuando en muchos lugares los hechos, justamente, demuestran lo contrario (Quévy-le-pequeño, Sur les chemins d’Éole).

    FUENTE: LA VANGUARDIA

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