El sol golpea directo en los cultivos. La temperatura está a 31 grados y hace un calor insoportable. No llueve. No hay suficiente agua.
Pero para los 50 mil habitantes de Granada, un municipio en el Meta, esto hace parte de lo habitual. En La Tulia, una de las fincas del municipio, sus dueños comparten la preocupación. Sin lluvia, el cultivo se va a echar a perder. Y el maracuyá, que generosamente crece en su terreno, se pudrirá pronto.
Los granadinos han vivido así por muchos años, pero solo bastó la mirada de unos investigadores hacia ese rincón del país para descubrir el gran potencial energético de la región. En 2009, ingenieros de la Fundación Universitaria Los Libertadores armaron un proyecto piloto en La Tulia para saber si podían regar los cultivos utilizando radiación solar. Y, efectivamente, lograron llevar cinco litros de agua a 1.400 plantas de maracuyá.
Primero instalaron paneles solares en la finca. Cuando el sol pegaba en los paneles, se transmitía energía a una bomba, que luego extraía agua subterránea con una manguera y la llevaba al cultivo.
Pero, desafortunadamente, proyectos como este se cuentan con los dedos en el país. La falta de voluntad política y el traslado de equipos a regiones alejadas de la ciudad hacen que Colombia no aproveche el sol, cuenta Fabio González, físico de la Universidad Nacional.
Con la cantidad de sol que recibe nuestro país, miles de campesinos podrían regar sus cultivos sin necesidad de pagar un peso, sólo sacando provecho del sol. “Hay energía solar todos los días del año”, asegura González. Inclusive, dice, el mes con menos radiación en Colombia es mejor que el mes con más energía en Alemania.
Si de cifras se trata, el promedio anual de energía solar en el país es de 6 Kwh/m²/día: un valor muy similar al que alcanza el desierto del Sahara, dice con ímpetu el físico. Lo que significa que con esta cantidad podríamos prender 1.000 bombillos led de 6 vatios durante una hora.
Pero Colombia aún no ha entendido la magnitud de semejante fortaleza. “El país está quedado”, afirma González. Para él, las hidroeléctricas son una de las razones por las que no se generan energías alternativas a partir del sol, pues las represas producen energía con el movimiento del agua que cae en los embalses. El problema es que como funcionan mientras haya largos períodos de lluvia, el país se quedaría sin energía en épocas de intensas sequías.
Así sucedió a comienzos del año pasado, cuando el fenómeno de El Niño azotó al país. Bajo la campaña “Apagar Paga”, el presidente Juan Manuel Santos les pidió a los colombianos que redujeran su consumo de energía en los hogares, pues no había suficiente lluvia para poner a funcionar las hidroeléctricas. Como aseguró González, “ahí es cuando los políticos se acuerdan de la energía solar, en los períodos de sequía”.
Aunque no todas son malas noticias: quienes más utilizan la radiación son los campesinos. “Es muy diferente el sabor de una papaya cultivada con un régimen de sol aquí, que en otra parte del mundo”, comenta González.
Y, como sucede con el azúcar, la cucharada de sol tiene que ser exacta. Ni un poco más ni un poco menos. Por eso, gremios de agricultores analizan cuáles son las épocas y regiones donde el cultivo se da mejor. Desde estudios genéticos hasta sistemas de sombra hacen parte de sus investigaciones.
En Fedearroz (Federación Nacional de Arroceros) buscan cuáles son las mejores épocas para sembrar dependiendo de los cambios climáticos, donde la radiación es fundamental. “Este es uno de los factores más importantes en el proceso de fotosíntesis de las plantas”, asegura la ingeniera Patricia Guzmán, subgerente técnica de Fedearroz.
En las etapas finales del cultivo, la radiación debe ser alta. En agosto, septiembre y octubre la producción es buena porque la energía es mejor en esa época que en otros meses del año. Utilizando aparatos con nombres un tanto complejos, como el radiómetro, Fedearroz mide la cantidad de sol que llega a los cultivos. Así, los campesinos se las arreglan para saber cuál es el mejor momento para sembrar. “Les advertimos a los agricultores para que no inviertan mucho y no pierdan sus plantas cuando hay altas temperaturas”, confirma Guzmán.
Otro experimento, un poco más arriesgado, involucra el cruzamiento genético. Como las plantas se afectan con los cambios climáticos, incluida la radiación, buscan qué planta puede adaptarse mejor a esos vaivenes. “Se hacen cruzamientos entre líneas parentales y se tienen hijitos de granos de arroz. Esa unión de genes se va a acomodar en distintas formas para adaptarse a condiciones climáticas”, explica la ingeniera.
Algo muy similar hace Cenicafé, la organización que investiga cómo producir un mejor café. Diariamente, miden el brillo solar para saber qué región es más productiva y en qué momentos del año es mejor cultivar. Pero ellos, en vez de genética, usan un método más sencillo: la sombra.
No todo en exceso es bueno, reza el dicho. Y en este caso pasa igual. Si una planta se expone a mucha radiación, no va a ser capaz de asimilarla. Al norte del país, por ejemplo, las plantas tienen que cultivarse bajo sombra, por el exceso de sol.
Parece imposible, pero la planta también puede sufrir estrés. Estrés térmico, se llama. Cuando hay mucho sol y poca agua, sus órganos internos se afectan. Como en los humanos. “Si usted tiene sed, busca agua. Si hay mucho sol, encuentra sombra. Pero la planta no puede hacerlo y cambia bioquímicamente”, afirma Carolina Jaramillo, investigadora científica de Cenicafé.
Por eso, es importante entender la radiación para tener buenos sistemas de sombra, dice Jaramillo. No es la misma en todo el país: las tres cordilleras tienen energía diferente. Esta varía en el norte, centro y oriente de Colombia. Es clave, concluye la científica, “entender la radiación, cómo entra y cómo se transforma en un grano de café”.
Fuente: http://www.elespectador.com/noticias/ciencia/radiacion-solar-en-colombia-se-parece-la-del-sahara-articulo-681279