En la vereda Tierra Grata, en Manaure Balcón del Cesar, los exguerrilleros de las Farc lograron conectarse a este servicio básico y llevarlo al antiguo espacio de reincorporación. También consiguieron el acceso al agua con ayuda de la comunidad y ya compraron una porción de la tierra donde están asentados. Todo sin esperar la atención del Gobierno Nacional.
“Lo que hay que destacar aquí es la organización de la comunidad. Creo que esto no se hubiera podido lograr si no hay una comunidad organizada que crea en sus líderes”, dice Abelardo Caicedo, conocido como Solís Almeida, desde la vereda Tierra Grata, en Manaure Balcón del Cesar (Cesar). Lo dice más de tres años después de que a esta zona llegaran unos 160 excombatientes de los frentes 19 y 41 de las Farc, sin más certezas que la de apostarle a la paz. Hoy ya son dueños de una porción de tierra de su antiguo espacio de reincorporación, llevaron el agua allí mismo y ahora acaban de llevar la energía eléctrica. Todo por su propia cuenta, sin esperar respuestas del Gobierno Nacional.
De los 160 que llegaron, en Tierra Grata permanecen 144 excombatientes, a diferencia de muchos otros espacios territoriales donde los exguerrilleros han salido a adelantar su reincorporación por fuera. Más sus familias, en este antiguo espacio hoy viven alrededor de 260 personas. La alta población del espacio más los proyectos productivos que vienen desarrollando los obligaba hasta hace unas semanas a hacer racionamientos de energía durante cuatro horas diarias, en las que se apagaba la planta de la energía y el poblado se quedaba sin luz eléctrica.
Esa planta, que funcionaba con combustible, la instaló el Gobierno desde que los excombatientes llegaron a lo que era la zona veredal transitoria y su funcionalidad no esperaba ser permanente. Con el paso del tiempo y con la consolidación de los exguerrilleros en la zona, se fue haciendo insuficiente. Más en estos últimos meses, en los que en este espacio fue aprobado un proyecto del Fondo Europeo para la Paz para la instalación de unidades productivas del sector de la construcción, con fines de levantar viviendas. Tenían el proyecto, pero no tenían energía suficiente para mover la maquinaria.
Se reunieron y decidieron que era necesario empezar las gestiones para suministrar la energía eléctrica en el espacio. Fueron a la Gobernación del Cesar, a la alcaldía de Manaure, a Electricaribe, pero se encontraron de frente con los trámites propios de la institucionalidad. “Como vimos que se demoraba mucho por ese lado, nos pusimos a averiguar con ingenieros eléctricos a ver si es que eso era muy caro y concluimos que con lo que teníamos acá, y si nosotros colocábamos la mano de obra no calificada, estábamos en condiciones de meter la luz”, cuenta Caicedo.
Lo que tenían eran unos ahorros que habían recogido entre todos los excombatientes cuando estaban gestionando la llevada del agua al espacio territorial y que en ese momento no usaron, unos $30 millones. Eso más otro tanto que pertenecía a sus cooperativas sumaba alrededor de $50 millones.
Contrataron ingenieros eléctricos que estuvieron en la dirección de todo el proceso y empezaron. Se fueron al poblado El Mirador, en el corregimiento San José de Oriente del vecino municipio de La Paz, donde sí llega la conexión eléctrica. Allí se conectaron y empezaron a instalar postes en el camino hacia Tierra Grata, unos 2km y medio. Luego templaron los cables. Caicedo dice que los ingenieros les señalaron que lo hicieron en tiempo récord, pues terminaron toda la instalación en 14 días. Invirtieron 465 jornales (jornadas de trabajo) que sumado a lo que aportaron en dinero en efectivo arroja más de $70 millones en inversión total.
El cambio con la llegada de la energía eléctrica, cuenta Solís, ha sido absoluto. Se ha sentido tanto en los proyectos productivos como en los asuntos más sencillos de la vida cotidiana. Por ejemplo, los apagones se hacían todos los días en la mañana, pues por seguridad durante la noche el espacio tiene que estar iluminado, por lo que esa media jornada de trabajo en los talleres de confecciones, de ornamentación y de carpintería era completamente desperdiciada, ante la falta de energía para la maquinaria.
"Hoy, si los muchachos quieren madrugar y empezar a trabajar desde las 5:00 a.m. lo pueden hacer perfectamente porque la luz es permanente", dice, lo cual implica aumentar la intensidad con la que venían trabajando en sus proyectos productivos. Pero, además, la energía que proveían esas plantas tampoco alcanzaba para la 'bloquera', una máquina con la que hacen bloques de tierra compactada, incluida en el proyecto aprobado por el Fondo Europeo para la Paz.
Igualmente, para las familias que enviaban a sus hijos a estudiar muy temprano en la mañana, cuando la planta estaba apagada, el cambio también es sustancial dado que cuentan con energía permanente para usar, por ejemplo, la licuadora y otros electrodomésticos cuyo uso estaba limitado al horario de esa planta. Más importancia incluso cobra en esta coyuntura en la que tanto sus hijos como toda la población debe permanecer todo el tiempo en el espacio territorial, por el aislamiento preventivo obligatorio para contener el COVID-19.
Hoy ya llevan ocho días con el servicio de la energía eléctrica en el espacio. Sin embargo, ya vivieron de primera mano lo que habían escuchado en otros poblados sobre las fallas que presenta Electricaribe: en apenas estos días ya han tenido dos apagones. Aún así, en los próximos días esa empresa debe llegar a Tierra Grata para instalar los contadores y empezar a cobrarles por ese servicio. "Estoy seguro de que si hubiese sido con el Gobierno, todavía estuviéramos esperando", dice Caicedo.
La energía eléctrica es ya el segundo servicio básico que los mismos excombatientes llevan a su vereda. El primero, el año pasado, fue el agua. Por las limitaciones que tenían en acceso al agua, que llegaba al espacio en carrotanques, emprendieron la campaña Un metro de manguera por el agua de Tierra Grata, en la que recibían aportes de personas externas pero también los excombatientes aportaban $200 mil cada uno y otros incluso $600 mil. Así recogieron unos $35 millones. La idea era tender una manguera desde el río Chiriaimo, que pasa por el corregimiento San José de Oriente, hasta el espacio territorial, unos 9 km de distancia.
En medio de ese proceso apareció la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y ofreció poner esa manguera. Los excombatientes, entonces, pusieron la mano de obra e invirtieron unos 1.700 jornales. “En ese proceso se vio lo que es de verdad verdad la reconciliación, porque no solamente participamos los excombatientes sino también la comunidad del Mirador (que se beneficiaba también del proyecto), la Policía y el Ejército”, cuenta Solís Almeida. Como buena parte de la plata que se reunió en esa campaña por el agua finalmente no se usó, fue la que se terminó invirtiendo en la energía eléctrica.
Pero, además de haber llevado el agua y la energía a Tierra Grata, los excombatientes que allí viven tampoco se quedaron esperando que el Gobierno Nacional les comprara la tierra donde están asentados, si bien así lo ha prometido. Por su cuenta negociaron con el dueño del predio 24 hectáreas para la construcción allí de 150 viviendas, en el marco de un proyecto conjunto con el otro espacio territorial de la región, el de Pondores en La Guajira. Cada uno de esos 150 excombatientes que van a vivir en esas casas aportó un millón de pesos y con ello se hizo la compra del terreno.
Esas casas las van a construir ellos mismos con toda la maquinaria que obtuvieron por el proyecto del Fondo Europeo para la Paz y después la idea es prestar servicios de construcción en la región, dado que ya están capacitados para hacerlo y cuentan con las herramientas necesarias. Hoy ya se alistan para echar raíces en esta tierra.
FUENTE: EL ESPECTADOR