No hay que explicar nada de los efectos que está teniendo la pandemia en todo el mundo, porque todos los días surgen nuevos artículos , desde los científicos hasta las famosas noticias falsas (fake news), que logran contagiar a gran parte de las redes sociales.
Esta vez, no quiero hablar del tema de la pandemia y las medidas tomadas por los distintos gobiernos, no es el momento para comparar infectados y muertos en otros países, sino más bien, poner en contexto el rol fundamental de la energía eléctrica en estos tiempos de crisis.
La calidad y continuidad de los servicios básicos, como electricidad, agua, educación, salud, comunicaciones, infraestructura, son la medida del desarrollo económico de un país. Todos los servicios, en su conjunto, logran establecer el bienestar social de una comunidad, una provincia o un país entero. Esto quiere decir que el acceso y la calidad de los mismos establece una clara diferencia en cuanto a la calidad de vida.
El servicio eléctrico, a diferencia de los otros, guarda una particularidad que de alguna manera nos sorprende. La energía eléctrica se debe de consumir en el momento que se produce. Hasta hace algunos años no se podía almacenar a gran escala. Hoy, dados los avances tecnológicos podemos contar con baterías y paneles solares, así como generadores de viento, entre otras innovaciones; sin embargo, se debe aclarar, en el marco de este análisis, que no toda la población tiene acceso al almacenamiento de energía, ni tampoco a lo que conocemos como autogeneración, en lo que corresponde a la producción en el área de distribución eléctrica. Un país, en un grado importante, atiende actualmente la demanda de electricidad mediante grandes centrales de generación.
Dicho esto, podemos establecer que el suministro del servicio eléctrico resulta fundamental en la lucha contra el coronavirus. Un país, una población, requiere de la energía eléctrica para atender el resto de los servicios, por ejemplo: muchos acueductos cuentan con sistemas de bombeo de agua, los cuales operan con electricidad. Sin electricidad muchos lugares dejarían de tener acceso al preciado líquido. Un hospital o una clínica no podría funcionar sin electricidad. Definitivamente no. ¿Cómo funcionaría un respirador?, ¿cómo operarían los equipos médicos?, el caos sería de unas proporciones inimaginables y los resultados catastróficos. ¿Cómo sobrellevaría y soportaría mi cuarentena sin electricidad? No lo quiero imaginar. Se dificultaría incluso una actividad tan básica como cocinar, al menos en aquellos hogares que utilizan cocina eléctrica; no podríamos disfrutar de un ventilador, trabajar desde la casa utilizando una computadora sería un sueño, y estaríamos sin televisión. Solo por mencionar algunos pocos beneficios de los cuales careceríamos. Sería otra realidad, correspondiente con un mundo medieval, muy lejos del progreso y avance continuo de nuestros días.
Sin embargo, lo importante por ahora es que los hospitales cuenten con energía, y su calidad debe ser la mejor, porque dicho suministro debe ser permanente, sin interrupciones, para que de esta forma el personal de salud pueda atender al infectado como corresponde y con ello, proteger su propia vida y la del paciente. Ganar la pelea.
Algunos dicen que el Covid-19 vino para quedarse, sin tomar en cuenta las grandes fortalezas del hombre. El ser humano ha hecho un largo camino en la historia, su espíritu, su intelecto, su perseverancia, su gratitud y solidaridad prevalecerán sobre esta pandemia.
En esta lucha, la electricidad es un servicio fundamental. Las empresas de transmisión, las compañías de generación eléctrica, así como los comercializadores y distribuidores de energía, juegan un rol en esta batalla, su operación y administración depende de sus colaboradores, alineados como verdaderos contendores.
Tal vez el primer “round” lo gane el virus, quizá el segundo y a lo mejor un tercero, pero el “knock out” vendrá del ser humano, quien utilizando adecuadamente sus recursos, lo tumbará al suelo, de donde no podrá levantarse con la fuerza que lo hizo esta primera vez.
Manuel Ureña Castro
FUENTE: LA REPÚBLICA