Las mujeres están brillando en el gabinete actual. Hoy me referiré a retos que heredó la ministra María Fernanda Suárez, quien está procediendo, como corresponde a su cartera, con energía y visión de largo plazo.
Cuando Hidroituango entre en operación aportará el 14,3 por ciento de la capacidad instalada en el sistema eléctrico. Si hubiera demoras adicionales a las ya incurridas, se comprometería la seguridad del suministro de energía. Un verano intenso podría causar un costoso apagón como el de 1992. Para mitigar ese riesgo se deben implementar incentivos al ahorro de energía, asegurar la disponibilidad de las termoeléctricas e instalar capacidad de reserva adicional. De ahí la importancia de la subasta de energía firme programada para marzo.
Las energías eólica y solar son muy deseables desde el punto de vista ambiental. Pero solo generan cuando hay viento y sol. Por eso, y aunque pueden contribuir a mantener los embalses llenos en tiempo de sequía, no entran en la subasta de energía firme, sino en una separada de contratos de largo plazo, orientada a hacer cada vez más verde nuestra generación eléctrica. Muy sensata la decisión de proceder con prudencia con subastas de 500 MW a la vez, aprendiendo y afinando sobre la marcha, en lugar de lanzarse de una con 1.500 MW, como intentaba el gobierno anterior.
El problema que tenemos es que el gas, el combustible ideal de reserva, tiene hoy limitaciones de disponibilidad, aunque el país dispone de un potencial enorme de reservas probables de gases no convencionales. Pero aprovechar ese potencial requiere utilizar la técnica de ‘fracking’, respecto a la cual se ha desatado una oposición maniquea.
El ‘fracking’ ha causado una revolución energética en Estados Unidos, que en breve pasará de ser el mayor importador de petróleo a convertirse en un país exportador neto. Las demás naciones con reservas grandes no convencionales también las están desarrollando.
Es cierto que no se debe permitir en zonas de acuíferos grandes o ecosistemas sensibles, ni en áreas urbanas o donde pueda comprometer la infraestructura pública por riesgos sísmicos. Y hay que utilizarlo aplicando los protocolos ambientales más rigurosos, como en toda explotación minera o de hidrocarburos. Pero si nos sumáramos a los muy pocos países que lo han prohibido completamente, porque no tienen reservas importantes no convencionales (como Francia, que es el campeón de la costosa y ambientalmente riesgosa energía nuclear), lo haríamos a costa de graves consecuencias económicas y sociales.
Tendríamos que montar una capacidad grande de importación permanente de gas licuado, lo que encarecería significativamente el precio del gas y la energía eléctrica para todas las familias y el sector productivo. O instalar grandes plantas de carbón, lo que resultaría muy inconveniente desde el punto de vista ambiental. Además, el carbón no es apropiado como combustible de reserva. Sería muy difícil reducir drásticamente su producción cuando entre Hidroituango en operación o en años de mucha lluvia. Si se usaran carbones exportables, la energía saldría costosa y tampoco sería fácil interrumpir contratos internacionales cada vez que haya un Niño.
Por todo ello, es de esperar que la mesa convocada de expertos en ‘fracking’ arroje lineamientos claros para que hagamos desarrollo sostenible de verdad. Sin sacrificar el medioambiente, pero tampoco a millones de familias colombianas usuarias de gas y electricidad y el futuro de nuestra economía.
- S. 1: al retirar del proyecto de ley de financiamiento los elementos que producían más recursos, lo responsable sería suprimir los nuevos (y viejos) privilegios tributarios indebidos. Ese desbalance de lo aprobado en comisiones puede causar una crisis fiscal a partir del 2021. ¡Que prime la responsabilidad!
- S. 2: me uno al duelo nacional por el fallecimiento del expresidente Betancur.
FUENTE: EL TIEMPO