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    Nunca sobra hablar de un racionamiento

    Colombia avanza en transición energética y en proyectos de renovables, incluso, con su hoja de ruta de hidrógeno verde, pero si no hay luz en Hidroituango, todo puede suceder

    Entre marzo de 1992 y febrero de 1993 Colombia experimentó un generalizado racionamiento eléctrico consecuencia de la sequía derivada del fenómeno de El Niño de ese momento, había poca agua en las represas y los embalses desnudaron los problemas de infraestructura del sector hidroeléctrico.

    Los daños económicos fueron enormes para las empresas y la cicatriz social del subdesarrollo, de no tener energía para las cosas mínimas, aún permanecen. Unos 30 años después, el país logró darle la vuelta al problema eléctrico, incluso, se volvió exportador de energía y su sistema interconectado ha sido copiado en otros países.

    Pero todo se olvida y como reza el adagio popular: quien no recuerda o conoce la historia, está condenado a repetirla. En ese momento, el Gobierno Nacional tuvo que intervenir una serie de electrificadoras en la costa Caribe capturadas por el desgreño y la corrupción; una primera privatización que tuvo que repetirse hace un año, cuando la naciente empresa de ese entonces, Electricaribe, tuvo que ser dividida y entregada a nuevos inversionistas que le apostaran a ese riesgoso negocio, que aún lucha contra los impagos y las conexiones piratas.

    Dentro del plan de expansión eléctrica (a finales de la primera década de 2000), en el capítulo que tiene que ver con la generación, se puso a andar el proyecto eléctrico más grande de la historia del país: Hidroituango, que producirá 17% de la energía consumida en el mercado nacional, como una solución eficaz y disruptiva para ahuyentar, de una vez por todas, rumores de racionamiento y más aún de apagones.

    Pero por externalidades del proyecto, la gran obra se ha visto retrasada por problemas técnicos, líos políticos en Medellín (sede de los dueños de la obra) y por un fallo de la Contraloría General, que ha puesto en stand by la continuidad de los constructores y ha desnudado un rosario de sobrecostos que aún están pendientes de cubrir por las aseguradores y reaseguradores de la magna obra avaluada por encima de $12 billones.

    No es un secreto que hay un riesgo sistémico si Hidroituango tarda más tiempo en entrar en operación, más aún, si los otros proyectos secundarios en distintas regiones también sufren distorsiones en sus cronogramas. Mientras esto sucede, y están encendidas las alarmas sobre el futuro de Hidroituango, de manera acertada el Gobierno Nacional ha buscado avanzar en subastas de energía renovable para modernizar la matriz energética y enviar un mensaje al sector productivo de su aposta por las energías limpias.

    Incluso, ha ido más allá y ha lanzado algo más novedoso: el Ministerio de Minas y Energía publicó la hoja de ruta del hidrógeno, que marcará el camino durante los próximos 30 años para el desarrollo, generación y uso de este energético con miras a apoyar e impulsar la consolidación de la Transición Energética de Colombia.

    En ese plan, el Gobierno se ha apoyado en la firma consultora I-Deals y en la financiación del Banco Interamericano de Desarrollo para aprovechar el potencial eólico y solar que ha venido desarrollando, que incluye incentivos tributarios, y que espera consolidar al país como líder en materia de transición energética, pero mientras no se avance en serio en la entrada en funcionamiento de Hidroituango y las demás generadoras hidráulicas, las cosas pueden ser amenazantes en términos de suministro y nunca sobrará hablar de racionamiento.

     

    FUENTE: La Republica

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